La muerte como parte de la vida ha de ser contada y mirada en todos los ámbitos, desde el salón de casa hasta la escuela, para todos y todas, independientemente de su edad.
Debemos hablar con los peques de una manera sincera y sencilla, sin eufemismos ni metáforas, y ayudándoles a canalizar las emociones que pueden surgir tras recibir la noticia (bien por cambio de casa, separación de los progenitores, muerte de una mascota, de un familiar…)
Podría parecer que ayudamos a los peques cuando mentimos, escondemos o posponemos la noticia pero, lejos de proteger al menor, lo estamos desprotegiendo, entorpeciendo en su desarrollo y la afirmación de su identidad. Apartándole de la verdad, le estamos dejando en un estado de vulnerabilidad y soledad ante lo que ha acontecido porque las criaturas observan y perciben con extrañeza y sin recursos lo que está sucediendo a su alrededor: adultos más irascibles, comentarios en voz baja, emociones contenidas, lloros a escondidas…
Es importante en este punto hacer mucho hincapié en un acompañamiento emocional honesto y sincero, en el que el adulto exprese las emociones de tristeza abiertamente y pueda sostener las del menor sin desbordamiento y de manera cálida y efectiva.
Para ello, la persona tendrá que estar suficientemente preparada y sentir que es el momento de contar la noticia al menor, lo antes posible, con un lenguaje sencillo, claro, comprensible y sincero, según el nivel de desarrollo del pequeño, dando opción a las preguntas o inquietudes que puedan surgirle.
Además, es importante que pueda acompañar las necesidades que surjan tras la noticia, tales como las preguntas, preocupaciones, dudas, las expresiones emocionales, miedos o ansiedades.
Lo mejor es que la noticia la transmita la persona de referencia del pequeño, siempre y cuando no esté desbordada.
Cuando trasladamos la noticia desde el entorno escolar, será la persona que tenga el vínculo más cercano con el menor.
El tono que se utilice a la hora de comunicar la noticia ha de ser lo más sereno y tranquilo posible, haciendo mucho hincapié a la hora de explicarlo en que el peque entienda que no ha sido responsabilidad suya en absoluto, que es algo que no influye en el amor que sentimos por él/ella y que seguiremos estando a su lado para ayudarle en todo lo que podamos.
El espacio en el que lo hagamos debe ser un lugar tranquilo, apartado y sin interferencias, donde podamos atender al menor y sus expresiones afectivas y emocionales.
Si el extremo de la noticia fuese la muerte de un ser querido, tendremos que tomar en cuenta el nivel de elaboración que tiene sobre la muerte el pequeño.
Como pauta general, pensaremos en los cuatro componentes que hemos de trasladar sobre la muerte y que serán comprensibles según avanzamos en la edad cognitiva del pequeño (que no tiene por qué coincidir con la cronológica).
-A) Irreversibilidad y permanencia: es un proceso definitivo y permanente, no hay vuelta a atrás.
-B) Universalidad: sucede a todos los seres vivos por igual, es un aspecto verdaderamente democrático con todos/as. También les pasará a ellos mismos.
-C) Ausencia y fin de las funciones vitales: el cuerpo deja de funcionar.
-D) Inexorabilidad: es absolutamente inevitable.

Aproximadamente hasta los 8/10 años no habrán adquirido un sentido completo de la muerte en sus cuatro dimensiones.
Además, en las primeras etapas del desarrollo, hasta los 6 años aprox., tienen un sentido muy literal de la palabra, por lo que habrá que cuidar especialmente cómo se le explica al pequeño la noticia y ser lo más concreto posible, reforzando la idea de que la persona muerta no volverá.
Es importante, por ejemplo, repetir muchas veces el adverbio “muy”, ya que expresa lo “excepcional” de la situación. Por ejemplo: “el abuelito estaba muy, muy, muy enfermo, por eso ha muerto”.
Evitaremos eufemismos como “se durmió”, o “se fue”, o metáforas que confundan, usaremos la palabra “muerte”.
No entraremos en detalles escabrosos, si no que utilizaremos un lenguaje sencillo y claro.
En los primeros años del pequeño, hasta los 6 años aproximadamente, haremos mucho énfasis en que morir significa que la persona ya no puede ni sentir frío o calor, ni hablar, ni escucharnos, ni respirar, ni pensar, ni oler…
Además, en este sentido, tal como nos explican en la Guía de la fundación Mario Losantos “Hablemos del duelo”, es fundamental explicarles a los niños cuál ha sido la causa exacta de la muerte del ser querido. Si falló el corazón, si fueron los pulmones, si el cerebro dejó de funcionar o cualquier otra causa física; una vez hayamos abordado la causa física, podremos abordar una explicación espiritual y/o religiosa.
Un ejemplo para abordarlo sería como en el ejemplo siguiente: “La abuela murió porque su corazón estaba muy, muy, muy enfermo y dejó de latir. No va a volver a estar entre nosotros aunque siempre la tendremos presente en nuestro recuerdo”.
No obstante, si sentimos que necesitamos ayuda o asesoramiento específico al respecto es importante contactar con un profesional formado específicamente en duelo.